Carlos Manuel López

42 Años - Empleado de peletería y deportista

Carlos Manuel López

“¿Y quiénes más? ¡Ustedes lo mataron!”

 

Asesinado en Masaya el 21 de abril de 2018

Carlos Manuel López tenía 42 años. Su esposa, Janeira del Socorro López, dice que le gustaba jugar billar y vestirse bien, de gorra y zapatos tenis. Su hijo menor, Alberto José López Luna, lo recuerda como un buen padre: “Me llevaba a pasear, donde él iba me llevaba”.

Janeira recuerda que ellos se trataban con cariño. El sábado 21 de abril, después del trabajo, Carlos Manuel se fue al billar con los amigos. Al regresar a su casa estaban dando la noticia de la muerte del periodista Ángel Gahona, asesinado en Bluefields. A esa hora se escuchaban balazos en Masaya, pero él de todas formas quiso salir a comprar comida. “Salimos los tres y al llegar a la comidería La Redonda, en el barrio Fátima, empezó la balacera”, relata.

Preocupado por su madre que vive en ese sector, Carlos Manuel decidió ir a verla. Y cuando estaban a una cuadra de distancia recibió un balazo por la espalda que le perforó los dos pulmones. Janeira se regresó a buscar auxilio para evacuar a su esposo, que estaba herido. “Duró como media hora la balacera, y cuando los muchachos se cargan con piedras, morteros, armas hechizas y vuelven a bajar, los paramilitares retroceden divididos en dos grupos. Ahí aprovechamos para sacar el cuerpo y llevarlo a una casa donde una muchacha nos dijo que había un doctor”, explica.

El  médico recomendó llevarlo de urgencia al hospital y consiguieron que un taxi los llevara. Sobre esos terribles momentos, su compañera recuerda: “Yo le iba presionando la herida como había dicho el doctor, para evitar que se desangrara. Iba rezando y pidiéndole al Señor que no se lo llevara, pero dando la vuelta por La Arenera él me quedó viendo como que me quería decir algo, cerró los ojos y me soltó la mano”.

Carlos Manuel murió antes de llegar al hospital Humberto Alvarado. “Mientras el doctor estaba haciendo los papeles -–dice Janeira-–  llegaron los policías y preguntaban quién lo había matado. Yo estaba llorando desesperada y les grité ¿Y quiénes más? ¡Ustedes lo mataron! Yo les gritaba ¡asesinos! ¡asesinos! Una mujer policía me dijo que si no me callaba me iban a llevar presa, y yo le contesté que por qué me iban a llevar, ¿por decir la verdad? Y les seguí gritando asesinos”.


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