Francisco Javier Reyes Zapata

34 Años - Comerciante

Francisco Javier Reyes Zapata

“Recibí la bandera con su sangre”

 

Asesinado en Managua el 30 de mayo de 2018

“Mi hijo, Francisco Javier Reyes Zapata, tenía 34 años y era soltero. Era el segundo de mis cuatro hijos, todos varones. No tenía trabajo y me ayudaba a vender ropa en Rivas y en Salinas.  Era tímido, callado, reservado, pero era amoroso conmigo, era el que estaba más pendiente de mí. Le gustaba jugar fútbol y los jueves íbamos a la iglesia, al hogar Zacarías Guerra y luego de la misa nos íbamos a hacer compras. Después él visitaba a su primo o se reunía con sus sobrinitos…”

Guillermina Mercedes Zapata recuerda que la última vez que fue a Rivas con su hijo el transporte estaba ralo y pidieron raid en un carretón de leña: “Él iba contento porque le gustaba el campo, los animales. Quería conocer Playa Gigante, porque su deseo era viajar, conocer Nicaragua y siempre le gustaba mirar la ecología.

“Salíamos a pasear y nos íbamos a la montaña del Cerro Apante de Matagalpa, subimos hasta el cerro donde está la cruz. Un día nos fuimos al sendero de Matagalpa, porque le encantaban las montañas, y otra vez nos fuimos a la peregrinación del Divino Niño y caminamos 19 kilómetros hasta que llegamos al santuario”, cuenta.

Relata que Francisco quería ir en mayo a Panamá a ver al Papa, que llegaría a reunirse con la juventud, pero en ese mes lo mataron. “Era un muchacho responsable y muy bueno conmigo, con las tías, con los sobrinos y con la abuelita paterna. Él asumió el vacío del papá, estaba pendiente de la casa, de todo”, agrega.

A doña Guillermina le entregaron la sangre de su hijo el Viernes Santo, casi un año después de que Francisco Javier fuera asesinado, el 30 de mayo de 2018, cuando los policías y paramilitares atacaron a tiros la Marcha de las Madres. Un estudiante ágil, moreno y de pelo crespo apodado “Colocho” fue quien le dio a doña Guillermina la bandera de Nicaragua teñida con la sangre de su hijo. Lo había rescatado malherido, agonizando entre los adoquines cerca de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

Miles vieron ese día por televisión los intentos desesperados de “Colocho” por sostener el cuerpo ensangrentado de Francisco sobre su motocicleta, que se desgajaba de un lado a otro a merced de los acelerones y zigzagueos del vehículo, mientras el conductor esquivaba a la multitud horrorizada que corría en medio de la calle, entre el feroz tiroteo.

Reyes Zapata iba ya sin vida. Murió de inmediato. El disparo ejecutado por el francotirador fue letal, y cuando llegó al hospital Bautista los médicos no tuvieron nada que hacer más que tomar fotos para documentar el deceso violento y buscar alguna identificación en sus bolsillos para notificar a los familiares.

“Colocho” siguió a través de los medios de comunicación el sepelio de Francisco y ahí se enteró que era hijo de un policía activo, y que la madre, doña Guillermina,  también había asistido a la marcha del 30 de mayo. Él le quiso regresarle a la madre la bandera manchada de sangre que Reyes Zapata ondeaba el día que fue asesinado. No pudo ese día, pero lo hizo más adelante, justo el Viernes Santo de 2019.

“Se la iba entregar cuando yo ganara esta guerra, pero ahí la tiene. Es suya, guárdela”, le dijo el joven. “Me sentí emocionada. Quería encontrarme con este muchacho que había recogido a mi hijo al momento que cae por la UNI”, relató Guillermina Zapata a medios de prensa de Managua.

 


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