Daniel Josías Reyes Rivera

25 Años - Estudiante

Daniel Josías Reyes Rivera 

“La lucha es de todos, no sólo de los que andan en las calles”

Asesinado en Managua el 30 de mayo de 2018

Daniel Reyes Rivera vivía en Ticuantepe, tenía 25 años y cursaba el tercer año de Medicina Veterinaria y Zootecnia en la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC). “Quería superarse en la vida, tenía muchos sueños, quería tener su propia clínica veterinaria. Amaba los animales y en la casa tenía, ovejas, perros y gatos”, dice su mamá, Alejandra Rivera.

Cándido Reyes Luna, su padre, recuerda que Daniel se esforzaba al máximo por sus estudios y su trabajo. Asistía a la universidad los sábados y durante la semana laboraba en un auto-lavado y como ayudante en un comedor. Uno de sus sueños era llegar a ser un buen profesional, tenía un gran espíritu de superación. Anhelaba terminar su carrera y ayudar a su familia. “Con su carácter alegre, siempre estaba bromeando con sus hermanos y era muy unido con su hermano menor. Como hijo era excelente, bien portado y obediente”, señala.

“Daniel, además de mi hijo, era mi amigo y mi confidente. Era muy inteligente y le encantaba estudiar. Pasaba horas leyendo. Tenía una gran pasión por los libros de historia y le gustaban los mapas”, comenta la madre. El papá recuerda que Daniel “cocinaba bien, pero lo mejor que hacía eran las sopas. Una semana antes de su asesinato, hizo una sopa de cordero y compartieron juntos toda la familia”.

Y agrega: “Era un muchacho humilde, trabajador, carismático, excelente chavalo, con principios y valores que se le habían inculcado desde pequeño, sobre todo la honestidad. Yo le recomendaba nunca olvidar sus raíces, respetar a los demás, en particular a las personas adultas, a su familia, a sus tíos”.

Alejandra Rivera cuenta que cuando empezaron las protestas conversaba con Daniel y le expresaba su preocupación por la situación del país, comentaban que había mucha inconformidad y que la gente se quejaba. En su juventud, ella había participado en la lucha contra la dictadura somocista y sentía que estaba viviendo situaciones parecidas. Le pedía a su hijo que se saliera de la Juventud Sandinista, agrupación a la que Daniel se había integrado desde muy joven. “Veo a dos personas aferradas al poder desde mucho tiempo, que tienen el Ejército, la Policía y un tercer ejército vestido de blanco, que son ustedes, la Juventud Sandinista. A la hora de un reventón, ustedes van a ser el Ejército”, le decía la madre. Finalmente el muchacho abandonó las filas de la JS.

Cuando estallaron las protestas Daniel dejó de ir a la universidad, pero salía a diario sin decir a dónde iba.  De poco sirvieron las súplicas de la madre, que le pedía quedarse en casa. “No quiero ser una madre más llorando a su hijo”, le dijo una mañana. Daniel le respondió: ¨La gente que se queda en su casa cree que la lucha es de los que andan en las calles, pero la lucha es de todos, también de los que se quedan en casa. ¿De qué me sirven los estudios con este hombre que nos está matando? No se preocupe, no me va a pasar nada”.  Su papa asegura que Daniel “levantó su bandera por una causa justa, indignado desde que vio como vapulearon a los viejos que reclamaban. Él fue porque tenía ideales, luchó para que el país fuera libre”.

El 30 de mayo, el joven salió de casa para participar en la marcha del Día de las Madres. “Iba adelante, en el cordón de protección que hicieron los estudiantes para proteger a las mamás”, recuerda doña Alejandra. Ella vio la marcha por la televisión, observó el inicio del ataque y a los primeros heridos. Llamó varias veces a Daniel pero no respondía. Fueron dos días de zozobra.

Massiel Reyes Rivera, hermana de Daniel, relata que sus padres le pidieron que saliera a buscarlo. Ella fue al hospital Metropolitano y al hospital Militar, pero no lo encontró. Buscó en las redes sociales para saber si sus amigos tenían noticias, pero nadie lo había visto. El 1 de junio, por fin contestaron el celular de Daniel. La voz se identificó como empleado del Instituto de Medicina Legal y le pidió  que un familiar llegara a reconocer el cuerpo.

“Queremos que se haga justicia, que paguen los culpables. Mi hijo no merecía morir. Fue injusto lo que le hicieron porque él andaba reclamando un derecho. Que se sepa la verdad, que se sepa dónde están los desaparecidos”, demanda su papá. Y doña Alejandra pide que la memoria de su hijo quede plasmada en la historia, en libros, en paredes, en video y que lo sepa el mundo entero. Que las próximas generaciones lo sepan y que jamás se olvide lo que pasó. Que jamás vuelva a pasar. “Memoria es no olvidar jamás”, afirma Alejandra Rivera.

 


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