Marlon Manases Martínez Ramírez

20 Años - Estudiante de secundaria

Marlon Manases Martínez Ramírez

“Fueron jóvenes valientes que hicieron que el pueblo abriera los ojos frente a la injusticia”

 

Asesinado en Managua el 20 de abril de 2018

Marlon Manases tenía 20 años y fue asesinado dentro de la Universidad de Ingeniería (UNI), donde se encontraba atrincherado, el 20 de abril de 2018.

Era un muchacho bromista y sociable. Creció en una familia grande y unida, en la que sus padres les enseñaron valores y convivencia en armonía: los dos hermanos mayores por parte de padre, los hijos de sus tías maternas y su hermano menor, Edgar Gabriel, de 10 años, crecieron juntos como hermanos en la casa de la abuela. Marlon estudió la secundaria en el centro cristiano Sendero de Luz, de Ciudad Sandino, donde vivía. Sacaba buenas notas y jugaba fútbol con sus amigos del colegio.

Juana Adilia Ramírez, su mamá, recuerda que Marlon “era un muchacho alegre y le gustaba dar bromas, pero no que le dieran”. “Era popular, le gustaba reunirse a platicar con amigos y salir de vez en cuando. Se iba al ciber para hacer sus tareas, le gustaba dibujar y su pasatiempo era la lectura. Leía enciclopedias y libros sobre el derrocamiento de Anastasio Somoza, porque le interesaba mucho la historia y buscaba información en Internet para saber cómo habían sido las protestas contra la pasada dictadura. Su sueño era prepararse y llegar a ser alguien en la sociedad, ayudar a su familia y construir una casa, porque también le gustaba pintar y construir”, explica.

Su papá, Edgar Domingo Martínez Dávila, cuenta que Marlon Manases quería ser policía, y coincide con la madre en la habilidad que tenía para dibujar, especialmente rostros de personas y croquis. Laboró como ayudante en proyectos de construcción, aprendió carpintería y durante más de un año estuvo trabajando en Bluefields.

Darling del Socorro y Carolina de los Ángeles Ramírez Ayerdis, sus tías, recuerdan que Marlon se crió con ellas en la casa. “Estudiaba y trabajaba en carpintería. Le gustaba dibujar y su última obra fue el rostro de su mamá… Era, alegre, amistoso, siempre ayudaba a quien estuviera necesitado y quería llegar a la universidad”, afirman.

Marlon tenía poco tiempo de haber regresado a Managua cuando empezaron las protestas. “El 18 de abril vimos imágenes de personas de edad que fueron golpeadas, una señora mayor con la cabeza rajada. Esas imágenes le cambiaron su pensamiento. Él dijo que les tocaba a los jóvenes defender a los mayores”, dice el padre. Por esa razón, el joven se fue a las marchas junto con sus primos y amigos de Ciudad Sandino. “Los jóvenes tenemos que apoyar a los adultos mayores en sus demandas”, respondió cuando su mamá y su abuelita intentaron persuadirlo de que no saliera.

Fue uno de sus primos quien avisó a la familia que Marlon estaba herido. Recibió un balazo en la cabeza cuando participaba en una manifestación en el sector norte de la UNI. Los estudiantes intentaron auxiliarlo pero no pudieron, por lo que lo llevaron de urgencia al hospital Vélez Páiz, pero de ahí los mandaron al Lenín Fonseca, donde falleció a las 8:30 de la noche.

Don Edgard relata que la familia lo buscó en varios hospitales hasta que dieron con él: “El Lenín Fonseca era un caos, las ambulancias llegaban y dejaban heridos, en el hospital les cerraban las puertas y no dejaban entrar a las familias. Desde afuera solo lamentos se oían de los heridos que llegaban”, recuerda. Los padres le pidieron al celador que los dejara entrar para identificar a un joven herido que, según decían, no tenía documentos. Y cuando entraron, les dijeron que el único herido que había llegado sin identificación ya había fallecido y estaba en la morgue. “No lo atendieron como debían, me lo dejaron morir”, asegura la madre.

“El gobierno se ha empeñado en negar lo sucedido, en decir que los muchachos son los terroristas, cuando ellos lucharon porque esas reformas en el futuro iban a afectar también a sus padres”, agrega el papá de Marlon, sin ocultar su dolor e indignación.

La tía Carolina, por su parte, pide castigo para los responsables. “Queremos justicia, que paguen los que andaban disparando y que el gobierno salga del poder. Fueron los policías los que lo asesinaron. Aunque el gobierno lo niegue, sí hubo asesinados y mi sobrino es uno de ellos. Los muchachos andaban con tiradoras, mientras que los policías andaban armados. Estos chavalos fueron jóvenes valientes que hicieron que el pueblo abriera los ojos frente a las injusticias”, subraya.

Recuerda que ella y toda su familia fueron sandinistas y apoyaron la revolución en la década de 1980: “En mis tiempos fui de la Juventud Sandinista pero no como estos asesinos. Siempre me llevaba a mis sobrinos a las fiestas y marchas sandinistas. Nadie traicionó a Daniel Ortega, pero él nos traicionó cobardemente a nosotros; dijo que ninguna madre iba a llorar a sus hijos y mi hermana llora a su hijo. Desde que crecí y tengo uso de razón siempre apoyé a este gobierno, pero mi sobrino nos hizo abrir los ojos y ver quién es este hombre en verdad”.


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