César Oniel López Vega

25 Años - Empleado de la construcción

César Oniel López Vega

“Era una persona luchadora que murió por su patria”

 

Asesinado en Chinandega el 6 de junio de 2018

A sus 25 años, César Oniel López Vega no se perdía un partido de Los Tigres cuando su equipo jugaba en Chinandega. Su prima, Eveling Lourdes López Vega, dice que era fanático del béisbol y “hasta tenía un carnet para entrar gratis al estadio”.

César Oniel y Lourdes crecieron como hermanos en la casa de su abuela, Leoncia Plácida Vega. Con la ternura reflejada en el rostro, ella recuerda a César Oniel por su espíritu colaborador, sociable y de buen vecino: “Era lindo, ayudaba a todos sus hermanos y aunque no fueran hermanos, él ahí estaba, en todo… Si había una bullita ahí afuera, salía a ver qué pasaba y en qué podía ayudar. Le hacía los mandados a todo el mundo. Andaba con sus amigos, platicaba con los vecinos y jugaban pelota en el barrio”.

También era un tío ejemplar y le gustaba cuidar a los dos sobrinos que compartían el núcleo familiar. “Mis dos niños lo adoraban, él jugaba con ellos y les lavaba la ropa”, recuerda su prima. Para ayudar en los gastos de la casa, el joven trabajaba en albañilería y en pintura, pero también vendía golosinas en el mercado y tricicleaba. En todos los trabajos era muy querido.

César Oniel tenía poco tiempo de haber regresado de Costa Rica y se sumó a las marchas para protestar por la reducción del 5 por ciento a las pensiones de los jubilados y el aumento en el precio de los combustibles, dice Lourdes. En Chinandega se habían multiplicado las protestas organizadas por pobladores y jóvenes auto-convocados y a César Oniel le gustaba andar en las marchas con sus primos de 16 y 17 años. La represión en la ciudad había empezado el 10 de mayo, cuando miembros de la Juventud Sandinista y paramilitares toma-tierras, asentados en la finca La Pañoleta con la protección de la Policía, acosaban, perseguían y atacaban a los manifestantes.

Doña Leoncia recuerda que el miércoles 6 de junio, a eso de las ocho de la noche, unos muchachos llegaron a sacar a César para sumarse a la protesta que había sido atacada por paramilitares y turbas orteguistas. “Venía rendido del trabajo, pero ante la insistencia de los amigos dejó la comida, se puso la camisa y se fue.”  Ella se quedó esperando su regreso, con la cena servida. Casi a las tres de la mañana supo que César Oniel estaba en la morgue del hospital España.

La madre, Azucena Vega, retiró el cadáver de la morgue del hospital en la madrugada siguiente y lo trasladó a su casa, ubicada en el costado norte del aserrío de la antigua estación del ferrocarril. De acuerdo con su relato, el joven recibió dos impactos de bala, uno en el tórax y el otro en la parte frontal; ella además manifestó que su hijo en estado agónico fue arrastrado en una moto y golpeado. Y que aunque  llegó vivo al hospital España, no le dieron asistencia médica. Después de una misa de cuerpo presente en la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, César  Oniel fue sepultado en el cementerio general de la ciudad de Chinandega, acompañado por sus vecinos y por la bandera azul y blanco.

“Fue una persona luchadora y murió por su patria. Él lo decía: ‘Voy a morir defendiendo mi patria’”, recuerda su prima Evelyn Lourdes.

 


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