Moroni Jacob López García

22 Años - Estudiante y trabajador

Moroni Jacob López García

“Ni un paso atrás madre, si usted ya tomó una decisión no se devuelva, siga adelante”

 

Asesinado en Managua el 20 de abril de 2018

Sus familiares describen a Moroni como una persona inteligente y con una gran pasión por el estudio. Graduado con honores en el colegio de Fe y Alegría de Ciudad Sandino, entró con beca completa a la universidad para estudiar Medicina. Aprobado el segundo año, suspendió sus estudios para ir en misión a República Dominicana enviado por la iglesia Nuestro Señor Jesucristo de Todos los tiempos, a la que pertenece su familia. Al morir sólo tenía 22 años.

Para Nefid Antonio, su hermano, Moroni era como su mejor amigo: le contaba todo, le pedía consejos y ayuda. Eran muy unidos, siempre lo defendía en el colegio y lo apoyaba cuando tenía dificultades con sus clases. “Siempre lo admiré y quise seguir su ejemplo porque era una persona llena de valores, principios y humildad”, afirma.

Su padre, José Gabriel López Vega, dice que el joven “regresó santo” de la misión en República Dominicana. “Era humilde, caritativo, amable, amoroso y benevolente. Era muy moderado, nunca usó palabras vulgares y siguió un camino recto, sin vicios. Era honesto, siempre decía la verdad”, expresa.

Mientras Moroni gestionaba su reingreso a la universidad se inscribió en cursos de inglés en la UCA y consiguió trabajo. Hacía rumbos de jardinería y daba clases en la iglesia para ayudar a los chavalos que iban mal en lenguaje y matemáticas. Su madre, Alba del Socorro García Vargas, recuerda que sus alumnos lo llamaban cariñosamente “el profesor gordito”.

Cariñoso y amable, Moroni siempre andaba contento y animaba a los hermanos de su iglesia. “Desde chiquito tenía esa alegría y una sonrisa en su rostro. Le encantaba cocinar y hacer tortas; estaba atento a los cumpleaños de las personas para hacer las tortas y celebrar. Le gustaba comer, pero sus comidas preferidas eran las sopas Maggi y la sopa de frijoles con crema”, recuerda su mamá, Alba del Socorro García.

Además de su nobleza, generosidad y espíritu de servicio, doña Alba destaca la vocación de Moroni por la lectura y el estudio. “Leía mucho y quería escribir un libro de historia de Nicaragua para que la gente supiera lo que estaba pasando en el país. Nicaragua está sufriendo mucho”, le decía a su madre.

Su mayor sueño era ser doctor para poner su clínica y no cobrarle a la gente pobre. De hecho, ya lo hacía en Ciudad Sandino, donde vivía, porque inyectaba gratis y estaba pendiente de los ancianos que vivían cerca de la casa. “Quería ser pediatra, atender a los niños pero también a los ancianos, porque decía que los ancianos eran como niños. Cuando vio en las noticias cómo golpearon a los viejitos se indignó y lloró por ese maltrato. Dijo que era grosería”, recuerda su mamá.

Su hermano Nefid cuenta que Moroni se enojó cuando vio cómo les pegaban a los ancianitos. Le dijo a su mama que él los quería apoyar en sus demandas. La mamá le dijo que no fuera, pero él se fue el viernes 20, porque le tocaba trabajar. “No nos dimos cuenta que él se unió a una marcha que salió del Zumen hasta la UNI, pero no pudieron salir de la universidad porque la policía los rodeó y él se quedó apoyando a los estudiantes golpeados, a los heridos. Después no tuvimos más comunicación como hasta las cinco de la tarde, cuando recibimos una llamada avisando que había muerto. Lo empezamos a buscar en los hospitales hasta que lo encontramos en Medicina Legal”, explica el joven.

Antes de recibir la trágica noticia, doña Alba había hablado con su hijo por teléfono. Lo llamó para saber dónde andaba y él le dijo que estaba dando primeros auxilios en la Catedral. Ella le pidió que se cuidara mucho y cuando estaban conversando oyó una explosión. Poco después una muchacha llamó desde el teléfono de Moroni para decirle que él había fallecido. “Tuve el privilegio de oírlo por última vez”, dice la madre con indescriptible dolor.

Como a las 11 de la noche les entregaron el cuerpo de Moroni. Venían por la carretera cuando se toparon con un tranque que bloqueaba el tránsito. “Dejame pasar porque si no la Policía me va a quitar el cuerpo del hijo que me acaban de matar”, le suplicó a uno de los muchachos. Ellos le dijeron: “Lo sentimos, madre. Vamos a luchar por su sangre.

Doña Alba destaca el mayor legado de su hijo, a quien todavía escucha decir: “Ni un paso atrás madre, si usted ya tomó una decisión no se devuelva, siga adelante….”


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