Junior Steven Gaitan López (El Pollito)

15 Años - Estudiante

Junior Steven Gaitán López

“Loco no me mates, si no ando nada…”

 

Asesinado en Masaya el 2 de junio de 2018

Junior Gaitán López era un niño pícaro, alegre y muy activo. Tenía 15 años y desde pequeño todos le decían “Pollito”. Cursaba el primer año de secundaria en el Instituto Central de Masaya.  Su mamá, Aura Lila López, recuerda: “Como a los 10 años tomó el estudio con formalidad y le encantaban las matemáticas. Salía con frecuencia en los cuadros de honor y en los desfiles escolares… las maestras lo querían mucho”. También era un apasionado del fútbol; por las mañanas se iba a jugar a la cancha del barrio San Carlos, donde vivía, y por las tardes iba a clase.

Era gentil y amable, protegía a su hermanito menor, aunque le daba galletazos y bromas a su hermana mayor. Le gustaba dibujar, pero su pasión era pintar grafitis. Quería aprender la técnica para pintar grafitis en las paredes. También le gustaban las tradiciones culturales de Masaya, durante un tiempo participó en el Torovenado Malinche de la Carmen Toribio, en los Ahuizotes, en el Toro Huaco y en las procesiones de San Jerónimo.

Su papá, José Javier Gaitán Mercado, es originario de Monimbó. Tiene un taller de reparación de bicicletas. Relata que pasaba mucho tiempo con Junior porque su taller está en la casa y Junior le ayudaba. Recuerda que desde que ocurrieron las primeras marchas en Managua, la gente de Masaya se empezó a organizar por barrios para participar. “Junior se involucró en la protesta desde el principio. Participó en la marcha del 18 de abril y después anduvo con los jóvenes ayudando en las barricadas. Quería luchar para que Nicaragua fuese mejor”. Su hermana Giselle afirma: “A Junior no le gustaban las injusticias y por eso se metió en la lucha.”

El sábado 2 de junio, Junior Steven estaba inquieto,  quería salir para unirse a sus compañeros en las barricadas que se habían levantado en centro de la ciudad. Tanto insistió que sus padres le dieron permiso para ir a la barricada que había en La Membreño, donde estaban sus amigos.  Ese fin de semana, la represión en Masaya se incrementó y un joven fue asesinado cerca de la iglesia San Miguel. “Yo estaba muy preocupada porque Junior no regresaba y como a las cuatro de la tarde le pedí a su papá que fuera a buscarlo. Él fue a buscarlo y no lo encontró, volvió a ir a las seis de la tarde y tampoco. Como a las 6:15 alguien llegó a avisar que habían matado al ‘Pollito’”, recuerda doña Aura Lila.

La madre salió inmediatamente hacia la Iglesia San Miguel, donde le dijeron que tenían su cuerpo. Masaya era una ciudad fortificada por los tranques y barricadas que los auto-convocados habían levantado en cada esquina, para impedir la circulación de policías y paramilitares que reprimían con saña a la población. En la moto de un vecino, Aura Lila logró llegar hasta la Iglesia San Miguel; los muchachos la dejaban pasar y decían “ahí viene la mamá del niño que acaban de matar”. Al entrar a la iglesia, vio a su hijo en una camilla. Tenía la carita tapada y una herida de bala en el pecho. Su hermana recuerda que cuando ella llegó, su mamá ya estaba ahí, “con la mano de Junior entre las suyas, no lo quería soltar…”

“Le dispararon a quemarropa… Era un niño estaba desarmado, no iba a hacerle daño a nadie”, dice la madre con profundo dolor.

Aula Lila fue acuerpada por la solidaridad de la gente y así lo recuerda: “La llevada del cuerpo de la iglesia San Miguel a la casa fue como una procesión, se juntó un gentiyal para acompañar a la familia. Camino al cementerio del barrio San Carlos, el cortejo fúnebre se detenía en cada barricada donde los chavalos gritaban: ¡Junior Gaitán, presente! y cantaban el himno nacional. Lo sepultamos en medio de la represión del gobierno y la resistencia ciudadana”.


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