Ismael Josué Pérez Vílchez

32 Años - Gypsero

Ismael Josué Pérez Vílchez

“No quiero dinero, quiero justicia”

 

Asesinado en Managua el 22 de abril de 2018

Ismael Josué Pérez Vílchez tenía 32 años y era obrero de la construcción. Trabajaba colocando techos de gypsum en hoteles y proyectos fuera de Managua. A veces se iba hasta 15 días a los departamentos a trabajar. Vivía con su esposa y sus dos niños.

María Ramona Vílchez Delgadillo relata que ella y su hijo tenían una buena relación, pasaban muchas limitaciones pero se apoyaban para resolver sus problemas. Ismael era muy responsable con sus dos niños y también apoyaba a su mamá. Ella recuerda que hubo un tiempo en que ganaban muy poco y solo comían frijoles y tomates fritos, por lo que un día Ismael decidió irse a trabajar al campo, a Estelí, para mejorar sus ingresos.

Era un muchacho dinámico, servicial y generoso. “No le gustaba el alboroto, se corría cuando veía alboroto… él decía que prefería que dijeran ‘aquí corrió’ y no ‘aquí quedó’”, comenta la madre. Para su hijo Jeffrey Gabriel, Ismael era alegre, tenía carisma y era buen cocinero.

La mamá lo veía poco porque el joven llegaba tarde del trabajo. La empresa lo iba a dejar a la casa y llegaba bien cansado. Al día siguiente se levantaba temprano para alistar a los dos niños y hacerles su desayuno. Fue un buen hijo, solidario con su madre, responsable con sus hijos y cariñoso con su compañera. Además, ayudaba a su hermana Betty con sus estudios de veterinaria.

Ismael Josué trabajaba duro porque quería construir una casa para su madre y deseaba que su mujer e hijos tuvieran su propia vivienda. Llevaba algunos materiales que recogía en los lugares donde iba a trabajar y con eso ayudaba en las reparaciones de la casa.

El 22 de abril, cuando se fue a trabajar, doña María Ramona abrazó muy fuerte a su hijo, como si tuviera un presentimiento. “Le di un abrazo tan fuerte, tan fuerte, que para mí fue raro… nunca en la vida le había dado un abrazo tan fuerte. Lo acompañé hasta la esquina y esa fue la última imagen de él que recuerdo”, relata.

“Yo nunca he sido partidaria de Daniel Ortega, pero Ismael era sandinista, se iba a los repliegues y a la Plaza”, dice la madre. Recuerda sin embargo que se molestó mucho cuando vio cómo les pegaban a los viejos y se indignó aún más cuando mataron al periodista Ángel Gahona e hirieron de un balazo a un chavalo del barrio, que quedó en silla de ruedas. “Estaba indignado y salió a gritar a la calle, se quejaba de la injusticia contra los viejitos. Tenía ira, tenía enojo”, agrega.

Cuando el camioncito de la empresa lo llegó a traer por la mañana del 22 de abril para ir a trabajar, la ciudad estaba tensa. “Hervía de policías y había robos por aquí y por allá, entonces ellos deciden regresarse. Más tarde, avisan que la Juventud Sandinista está saqueando el PALI y él decide ir a defender el supermercado. Cuando llega, encuentra que la Policía está resguardando y en la balacera un policía le dispara en la cara”, relata la madre.

María Ramona recuerda la angustia que sintió cuando le avisaron que su hijo herido había sido trasladado al hospital: “Cuando llegué al hospital él estaba vivo, tenía los ojos abiertos. Le puse la mano debajo la cabeza y él sólo hacía los ojos para arriba cuando oía mi voz. Poco después, falleció en mis brazos”.

“Saqué fuerzas de mi dolor y me dije: tengo que ser fuerte, tengo que permanecer firme,  aunque me esté muriendo por dentro. Cuando los canales de televisión y periodistas me entrevistaron yo me puse serena, sin llorar, para no darle gusto al policía que mató a mi hijo. Mi hijo no tuvo vela. La vela fue mala porque tuve que andar con el muerto de aquí para allá, porque la Policía lo andaba buscando”, relata con indignación.

Días más tarde, la ministra de Salud, Sonia Castro, llegó a casa de María Ramona a ofrecerle dinero y ayuda a cambio de levantar un nuevo testimonio sobre la muerte de Ismael. Le pedían que declarara que su hijo había muerto en un pleito de pandillas. Le ofrecieron 75.000 córdobas. “Yo quiero justicia”, les respondió ella.

“Quiero que se haga justicia. Que se aclare quién fue la persona que le quitó la vida a mi hijo. Que paguen por lo que hicieron. Que sufran lo que sufrimos nosotros. Mi hijo era un chavalo alegre y dinámico. En mi corazón lo siento siempre vivo”, relata María Ramona.


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